Esta historia, escrita por una joven de 18 años, puede ser muchas cosas menos sencilla. Manuela Espinal Solano cuenta, con una madurez pasmosa, la historia de una familia de mujeres con genética musical. La relación filial es tensa, por momentos oscura, aunque nunca deja de ser profunda. Una hija que hace y piensa en todo para no decepcionar pero que, sin embargo, da pelea a sus instintos. La batalla es interna: entre lo que piensa que debe hacer y lo que desea, entre lo que se espera de ella y lo que quiere con el cuerpo y alma. Una lucha por reconocer el don familiar y descubrir uno nuevo que, al fin y al cabo, ser la busqueda de su identidad, de quién es ella en realidad. En Quisiera que oyeran... un secreto es compartido con los lectores. La madre de la narradora queda fuera y, entonces, puede confesarse.